viernes, 18 de mayo de 2007

un cachito de mi vida en papel


ahora voy a publicar algo k escribi ace un tiempo, pero k m gustaria compartir kn la gente k lee lo k pongo.

Me parece indignante que le den tanta importancia a la enfermedad de alguien famoso, haciendo entender que una muerte vale más que otra, por el mero hecho de haber nacido entre artículos de prensa rosa. Y encima, de dichas enfermedades, gente polémica se lleva pan a la boca, comentando y aportando datos del enfermo; mientras en la vida real, pasa totalmente lo contrario. No queremos comer, porque la pérdida de alguien cercano, bien sea por una enfermedad o por un trágico accidente, nos produce un vacío que la comida no puede llenar.

La mayor y mejor historia del mundo, la que tú vives.

Entré en la habitación. No me esperaba aquel silencio, pensé que estarías hablando, criticando los programas de corazón que tan poco te gustaban. Pero estaba equivocada, como tantas veces durante esta cruel vida.

Tu rostro aunque todavía vivo, representaba la muerte; el tono amarillo por todo tu semblante; los ojos cerrados, como si tuviesen miedo de abrirse y ver la cruda realidad. Todos expectantes a tu alrededor.

No recuerdo la primera vez que te vi, porque seguramente sería nada más nacer, pero sí recuerdo la vez que nos juntamos a contar historias, pasadizos de nuestras vidas o recuerdos.

Se me vienen a la memoria esos momentos en los que por tu boca volaban aquellos recuerdos que yo no pude vivir contigo por la diferencia de edad, aquellos recuerdos que me contabas con tanta alegría, aquellos recuerdos que brotaban en tu interior y creaban una imagen de tu infancia.

Pero esta vez era distinto, tú no me hablabas. En esos momentos tuve verdadero miedo. Conocía esa sensación: el Miedo. Es el miedo quien no me deja mirar porque él está presente; es quien me agobia y me hace evadirme de la realidad imaginando un lugar oscuro y frío. Maldito miedo. Tú, siempre tan presente en mi interior. Por tu culpa he dejado tantas cosas sin hacer. Tú, Miedo, has vuelto a hacer otra de las tuyas, no me has dejado despedirme como lo hubiera deseado.

¿Y cómo explicarte a ti lo que no podías oír? ¿Cómo tocarte, si no me podías sentir? Llegué a odiar la vida por no haberme dado la oportunidad de una buena despedida.

No me podía creer lo que estaba viviendo. Yo, sentada frente a ti, tú respirando con dificultad y sin poderte ayudar en nada. Me sentía inútil, vacía de mí misma por no poder hacer nada para sacarte de aquella pesadilla.

Era tu respiración la que sonaba igual que la cafetera que tenía la abuela en casa, ese mismo sonido. Pero tú me causabas otra sensación. La cafetera mientras hacía el café, llenaba la pequeña casa con un aroma que, te apeteciese o no, te tentaba a tomarte un cafecito. En cambio, tu manera de sobrevivir, me causaba escalofríos.

Deseaba que abrieras un ojo para que me mirases, y me hicieras sentirme más segura de que la vida que vivimos tiene un sentido. Pero pasaba el tiempo, y tú no respondías. Pasaron minutos y horas hasta que tus grandes fuerzas se agotaron. Fue entonces cuando realmente respiraste.

Y es entonces, cuando las lágrimas te invaden; cuando maldices todo por haberte robado parte de tu vida. Y unos te dicen: “así es la vida, Dios se lleva a unos, y a otros nos deja; pero tranquila porque ahora está mejor”. Sí, puede que en parte tengas razón, pero yo no quería eso. Lo que yo deseaba en realidad es que siguieses con vida, y que la vivieras conmigo. Pero claro, Dios apunta con su mano derecha a sus elegidos, a quienes quiere que pasen el resto de la eternidad con Él. Pero, ¿quién es Dios para elegir? A mí nadie me pregunto si quería nacer o no, si quería vivir esta vida.

Y yo me pregunto, ¿por qué te llevas a los que no hacen mal? Sigo sin entender la vida. Porque aunque he ganado y conocido muchas cosas gratificantes, he perdido mucho, no sólo personas, también sensaciones y sentimientos que me los han robado de las manos.

Desde pequeña entre todos me habéis hecho comprender que la esperanza, aunque es algo impalpable, es algo que nunca se pierde. Yo, sin creer en religiones creo en algo, en mí y en los que me rodean. Y sé que ahora no puedo estar contigo como me gustaría, pero no pierdo la esperanza de que algún día donde quiera que estés, nos encontraremos.

Cuando vayas a cerrar los ojos, no pienses que todo es oscuro; cuando la lluvia te esté mojando el pelo, no pienses que todo es húmedo; cuando el sol te queme la piel, no pienses que todo es tan doloroso. Piensa que cuando cierres los ojos, es porque estas seguro de que al lado de la persona que quieres no te va a pasar nada; piensa que cuando te mojes el pelo, es porque en ese momento la persona que quieres tampoco tiene con qué taparse; piensa que cuando te quemes, es porque el amor de la persona que quieres es tan grande, que hace que haga calor en tu piel.

1 comentario:

adrian dijo...

Bueno zalotxu,que sepas que me conmueve mucho lo que escribes,me remueve sensaciones agridulces por dentro que no se como interpretar,pero se nota que hay algo en ti muy bello,y que no esta a la vista. Dejate llevar por el positivismo y por esa risa tan agradable y contagiosa ya que cuando lo haces aplastas las huellas de tu infelicidad convirtiendolas en alegria. Y cuando sientas vacio,soledad y tristeza recuerda que todo lo bueno que has vivido es tuyo y nunca nadie podra apropiarselo,y nunca podra morir. Arriba zalotxu!!!!